Los lugares de Ramón
Los lugares de Ramón, fue una exposición del artista plástico español Damián Flores del año 2015.
LOS LUGARES DE RAMÓN
Fue uno de los primeros libros que mi padre nos dio a leer a mis hermanas y a mí. Todavía estábamos enfrascados en las lecturas de los tebeos. Greguerías, se titulaba , y un vendaval de imágenes poéticas tamizadas de humor sorprendía a mi curiosidad adolescente.
Pasó el tiempo y en Madrid participé en una exposición colectiva con un retrato de Ramón. Recuerdo que los pinceles me traían, sin quererlo, la imagen de mi padre, confundida con la de Ramón. El retrato lo titulé “Ramón en la Plaza Mayor” y no quise venderlo. Siempre me ha acompañado y es el germen de este proyecto expositivo.
Pintor metafísico, pintor realista, pintor literario, son tres de los términos que más se han utilizado para describir mi trabajo pictórico. Realidad cotidiana, pero también la otra realidad que nos ofrecen los libros, la extrañeza de una imagen, el misterio metafísico de una luz, todos ellos definen mi poética pictórica.
Hay un primer proceso de trabajo muy creativo y gozoso, en la que invento la imagen, como un escenógrafo colocando piezas de un puzzle. Tras ello, los complicados caminos del color y su armonía. Lo más difícil, pues uno no deja de preguntarse cómo serán los matices de la luz triste de una mañana en el Rastro, o qué amarillos forman esos destellos en la noche. El afán está ahí, conseguir que sea una imagen viva, aunque no sea real, que invite a la ensoñación y a la emoción, es lo más complicado y a la par, lo más apasionante de mi trabajo.
En el suelo del estudio, decenas de fotocopias, en blanco y negro, como retazos de una película antigua, esperando a ser recortadas. Escojo una imagen con una palabra poderosa en la vida de Ramón “Pombo”. Otro espacio desaparecido que hay que rescatar de la memoria, quiero retratarlo al comienzo de la calle Carretas, mientras dibujo mi collage pictórico, decido crear el fantasma de Ramón, donde el escritor desaparece del espacio pombiano y lo hago viajar a Paris, lo siento en el café La Consigne rodeado de carteles que resumen sus viajes y estancias en la capital francesa.
Lo imagino dentro del Café Victoria, tras el ventanal de Estoril, en una Puerta del Sol lluviosa y llena de madrileños, en la calle Corrientes de Buenos Aires o visitando las ruinas de Pompeya.
En la pared del estudio hay un cuadro que no deja de mirarme. Me puse a esbozarlo tras leer su precipitada salida en aquel verano del 36, teniendo que abandonar sus enseres, libros, cuadros y su querida muñeca de cera. Al entregar las llaves de sus casa a la portera, le dice “cuando pasen 17 días, suba, y quédese con todo lo que quiera”.
El óleo se llama “El rastro, septiembre 1936” y lo hemos pintado a medias Ramón y yo.
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